ni al status ni
al prestigio,
que no son esclavos de los valores de nuestra “civilización” del
pasarlo bien,
que son veraces, que saben perdonar…
y que viven así porque
siguen a Jesús
¿Qué experiencia pascual han tenido?
¿Se les ha aparecido el
resucitado?
¿Han metido su mano en la llaga de su costado?
La respuesta
es NO.
Y no puede ser de otra manera.
Dios no se manifiesta desde fuera,
desde
arriba, con resplandores,
como una excepción deslumbrante.
Para experimentar a
Dios
no hay que buscar espectáculos.
El relámpago avasallador
no es una buena
imagen de Dios.
Una buena imagen de Dios es la levadura.
Desde dentro,
despacio, en silencio.
Algo, desde
dentro, en silencio, insistentemente, imparablemente,
nos ha llevado de un
conocimiento mediocre a una intimidad profunda,
de un sentimiento de lejana
atracción a una adhesión personal,
de una fe mítica y sociológica
a un
convencimiento elemental y profundo.
Pero,
progresivamente, lo hemos experimentado internamente,
lo hemos vivenciado de
tal manera que el conocimiento,
la persuasión, la adhesión, se dan de dentro a
fuera,
como algo sentido personalmente,
como se siente el amor a un ser
querido,
desde dentro, sin necesidad de demostración.
Todos queremos un mundo solidario y fraterno.
Pero
vivimos comodamente en un mundo insolidario ,hostil,
todos rezamos por la paz,
pero no nos gastamos en construirla,
todos optamos por la vida y la belleza,
incluso ecológica,
pero dejamos morir de mil maneras.
¿Y la verdad? ¿La defendemos
hasta que nos duela?
¿Denunciamos las mentiras a veces institucionalizadas y
las verdades a medias?
¿Somos o hemos sido perseguidos por defender la libertad
y la justicia?
Nosotros no.
Por eso creemos en el Jesús que más
nos gusta
y apenas cambiamos de vida.
Necesitamos remover obstáculos
y combatir a los enemigos de la resurrección y
la vida,
como son los señores de la guerra,
las industrias de las armas,
las
estructuras de opresión y de muerte,
todo el poder de las tinieblas.
No podemos
solos luchar contra estos gigantes y faraones,
pero podemos actuar en comunión,
unidos a todas las personas o grupos resucitados
y unidos al Señor resucitado,
que sigue alentando su Espíritu sobre nosotros.
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