A lo largo de 50 días
rememoramos el domingo pascual,
rememoramos el domingo pascual,
desde el 31 de marzo hasta el 19 de mayo.
El domingo de resurrección no les fue fácil
descubrir a Jesús,
estaban queriendo encontrar a un muerto,
y Jesús había resucitado.
Esa oscuridad de su mente hacia
que no descubrieran la luz que ardía en su corazón.
A los ocho días. Es decir, en
la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir. Jesús se hace
presente en cada celebración comunitaria.
PERO TAMBIÉN SURGEN
OTRAS CUESTIONES...
El domingo de resurrección no les fue fácil
descubrir a Jesús,
estaban queriendo encontrar a un muerto,
y Jesús había resucitado.
Esa oscuridad de su mente hacia
que no descubrieran la luz que ardía en su corazón.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS
DE ESOS ENCUENTROS:
Reunidos el primer día de la semana. Los que seguían a Jesús, empezaron a reunirse
después de terminar la celebración del sábado. Como el paso de un día a otro,
se producía a la puesta del sol, al reunirse en la noche, era ya para ellos el
domingo. El texto demuestra que en las comunidades cristianas estaba ya
consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas (cada ocho días).
Con las puertas atrancadas, por miedo a los judíos.
¿No eran judíos ellos? Ya les habían expulsado de la sinagoga, por lo tanto se
sentían cristianos, no judíos. El local cerrado delimita el espacio de la
comunidad en medio del mundo hostil.
En medio. No recorrió ningún espacio, su
presencia se efectúa directamente. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén
reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la
comunicad fuente de vida, referencia y factor de unidad. Jesús se manifiesta, se pone en medio y les
saluda. No son ellos los que buscan la experiencia, sino que se les impone.
PERO TAMBIÉN SURGEN
OTRAS CUESTIONES...
¿Cuánto tiempo duraron las manifestaciones de
Jesús?
¿Un día, como parece en "Lucas"?
¿Cuarenta, como en "Hechos"?
¿Una semana como
en el primer "Juan"?
No era fácil
creer en Jesús: ellos habían creído en El, pero habían creído mal.
Lo habían
aceptado como el Mesías que esperaban, pero habían esperado mal.
Los Zebedeos
habían esperado incluso tronos a su derecha
y a su izquierda, todos esperaban
que él iba a restaurar la soberanía de Israel,
y volverían los tiempos
gloriosos del rey David,
y todos los pueblos vendrían a Jerusalén a adorar a
Dios en su (de ellos) santo templo.
Todo eso habían esperado, y todo eso murió
en la cruz.
El terrible sábado de Pascua fue un día de des-esperanza, de muerte
de toda la fe anterior.
Más tarde (un
día, una semana, cuarenta días… toda una vida ¿quién sabe?) recuperaron la fe,
renació su fe; mejor dicho, nació otra fe, porque la fe anterior estaba muerta
y bien muerta,
enterrada con el cuerpo de Jesús en el sepulcro y sellada con la
losa.
Esta fe pudo
nacer solamente porque la vieja fe había muerto.
La vieja fe mesiánica davídica
no podía cambiar, tenía que morir para dejar paso a la fe.
Se trata de
saber si también nosotros tenemos fe en Jesús,
se trata de saber qué fe tenemos
en él,
se trata de saber
si ya se nos han muerto de una vez tantas fes extrañas,
que nos impiden creer de verdad en él,
se trata de saber en qué ha consistido
y
consiste nuestra experiencia pascual.
Pero podemos
preguntarnos:
todas esas personas que sí han cambiado de vida,
todas esas personas que sí han cambiado de vida,
que comparten y
compadecen, que trabajan por la paz, que no sirven al dinero,
ni al status ni
al prestigio,
que no son esclavos de los valores de nuestra “civilización” del
pasarlo bien,
que son veraces, que saben perdonar…
y que viven así porque siguen a Jesús
y que viven así porque siguen a Jesús
¿Qué experiencia pascual han tenido?
¿Se les ha aparecido el
resucitado?
¿Han metido su mano en la llaga de su costado?
La respuesta
es NO.
Y no puede ser de otra manera.
Dios no se manifiesta desde fuera,
desde
arriba, con resplandores,
como una excepción deslumbrante.
Para experimentar a
Dios
no hay que buscar espectáculos.
El relámpago avasallador
no es una buena
imagen de Dios.
Una buena imagen de Dios es la levadura.
Desde dentro,
despacio, en silencio.
Algo, desde
dentro, en silencio, insistentemente, imparablemente,
nos ha llevado de un
conocimiento mediocre a una intimidad profunda,
de un sentimiento de lejana
atracción a una adhesión personal,
de una fe mítica y sociológica
Pero,
progresivamente, lo hemos experimentado internamente,
lo hemos vivenciado de
tal manera que el conocimiento,
la persuasión, la adhesión, se dan de dentro a
fuera,
como algo sentido personalmente,
como se siente el amor a un ser
querido,
desde dentro, sin necesidad de demostración.
Todos queremos un mundo solidario y fraterno.
Pero
vivimos comodamente en un mundo insolidario ,hostil,
todos rezamos por la paz,
pero no nos gastamos en construirla,
todos optamos por la vida y la belleza,
incluso ecológica,
pero dejamos morir de mil maneras.
¿Y la verdad? ¿La defendemos
hasta que nos duela?
¿Denunciamos las mentiras a veces institucionalizadas y
las verdades a medias?
¿Somos o hemos sido perseguidos por defender la libertad
y la justicia?
Nosotros no.
Necesitamos remover obstáculos
y combatir a los enemigos de la resurrección y
la vida,
como son los señores de la guerra,
las industrias de las armas,
las
estructuras de opresión y de muerte,
todo el poder de las tinieblas.
No podemos
solos luchar contra estos gigantes y faraones,
pero podemos actuar en comunión,
unidos a todas las personas o grupos resucitados
y unidos al Señor resucitado,
.
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