Pazkoa 2013





A lo largo de 50 días 
rememoramos el domingo pascual, 
 desde el 31 de marzo hasta el 19 de mayo.




El domingo de resurrección no les fue fácil 
descubrir  a Jesús, 
estaban queriendo encontrar a un muerto,
y Jesús había resucitado.
Esa oscuridad de su mente hacia
 que no descubrieran la luz que ardía en su corazón.




ALGUNAS CARACTERÍSTICAS 
DE ESOS ENCUENTROS:

     Reunidos el primer día de la semana.  Los que seguían a Jesús, empezaron a reunirse después     de terminar la celebración del sábado. Como el paso de un día a otro, se producía a la puesta del sol, al reunirse en la noche, era ya para ellos el domingo. El texto demuestra que en las comunidades cristianas estaba ya consolidado el ritmo de las reuniones litúrgicas (cada ocho días).


    Con las puertas atrancadas, por miedo a los judíos. ¿No eran judíos ellos? Ya les habían expulsado de la sinagoga, por lo tanto se sentían cristianos, no judíos. El local cerrado delimita el espacio de la comunidad en medio del mundo hostil.


    En medio. No recorrió ningún espacio, su presencia se efectúa directamente. Jesús había dicho: “Donde dos o más estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Él es para la comunicad fuente de vida, referencia y factor de unidad.  Jesús se manifiesta, se pone en medio y les saluda. No son ellos los que buscan la experiencia, sino que se les impone. 


     A los ocho días. Es decir, en la siguiente ocasión en que la comunidad se vuelve a reunir. Jesús se hace presente en cada celebración comunitaria. 









PERO TAMBIÉN SURGEN
 OTRAS CUESTIONES...


 ¿Cuánto tiempo duraron las manifestaciones de Jesús? 
¿Un día, como parece en "Lucas"?
 ¿Cuarenta, como en "Hechos"?
¿Una semana como en el primer "Juan"?



No era fácil creer en Jesús: ellos habían creído en El, pero habían creído mal. 
Lo habían aceptado como el Mesías que esperaban, pero habían esperado mal. 
Los Zebedeos habían esperado incluso tronos a su derecha 
y a su izquierda, todos esperaban que él iba a restaurar la soberanía de Israel, 
y volverían los tiempos gloriosos del rey David, 
y todos los pueblos vendrían a Jerusalén a adorar a Dios en su (de ellos) santo templo. 
Todo eso habían esperado, y todo eso murió en la cruz. 
El terrible sábado de Pascua fue un día de des-esperanza, de muerte de toda la fe anterior.



Más tarde (un día, una semana, cuarenta días… toda una vida ¿quién sabe?) recuperaron la fe, 

renació su fe; mejor dicho, nació otra fe, porque la fe anterior estaba muerta y bien muerta, 
enterrada con el cuerpo de Jesús en el sepulcro y sellada con la losa.

Esta fe pudo nacer solamente porque la vieja fe había muerto. 
La vieja fe mesiánica davídica no podía cambiar, tenía que morir para dejar paso a la fe.
  



Se trata de saber si también nosotros tenemos fe en Jesús, 
se trata de saber qué fe tenemos en él, 
se trata de saber 
si ya se nos han muerto de una vez tantas fes extrañas,
 que nos impiden creer de verdad en él, 
se trata de saber en qué ha consistido 
y consiste nuestra experiencia pascual.



Pero podemos preguntarnos: 
todas esas personas que sí han cambiado de vida, 
que comparten y compadecen, que trabajan por la paz, que no sirven al dinero, 
ni al status ni al prestigio, 
que no son esclavos de los valores de nuestra “civilización” del pasarlo bien, 
que son veraces, que saben perdonar… 
y que viven así porque siguen a Jesús 

¿Qué experiencia pascual han tenido? 
¿Se les ha aparecido el resucitado?
 ¿Han metido su mano en la llaga de su costado?

La respuesta es NO. 
Y no puede ser de otra manera. 

Dios no se manifiesta desde fuera,
 desde arriba, con resplandores,
 como una excepción deslumbrante.


 Para experimentar a Dios 
no hay que buscar espectáculos. 
El relámpago avasallador 
no es una buena imagen de Dios. 
Una buena imagen de Dios es la levadura. 
Desde dentro, despacio, en silencio.

Algo, desde dentro, en silencio, insistentemente, imparablemente, 
nos ha llevado de un conocimiento mediocre a una intimidad profunda, 
de un sentimiento de lejana atracción a una adhesión personal, 
de una fe mítica y sociológica 
a un convencimiento elemental y profundo.





Pero, progresivamente, lo hemos experimentado internamente, 
lo hemos vivenciado de tal manera que el conocimiento,
 la persuasión, la adhesión, se dan de dentro a fuera, 
como algo sentido personalmente, 
como se siente el amor a un ser querido, 
desde dentro, sin necesidad de demostración.

Todos  queremos un mundo solidario y fraterno.

Pero vivimos comodamente en un mundo insolidario ,hostil, 
todos rezamos por la paz, pero no nos gastamos en construirla, 
todos optamos por la vida y la belleza, incluso ecológica, 
pero dejamos morir de mil maneras.


¿Y la verdad? ¿La defendemos hasta que nos duela?
 ¿Denunciamos las mentiras a veces institucionalizadas y las verdades a medias? 
¿Somos o hemos sido perseguidos por defender la libertad y la justicia?  

Nosotros no. 

Por eso creemos en el Jesús que más nos gusta
 y apenas cambiamos de vida.



Necesitamos remover obstáculos
 y combatir a los enemigos de la resurrección y la vida, 
como son los señores de la guerra, 
las industrias de las armas, 
las estructuras de opresión y de muerte, 
todo el poder de las tinieblas. 



No podemos solos luchar contra estos gigantes y faraones, 
pero podemos actuar en comunión, 
unidos a todas las personas o grupos resucitados 
y unidos al Señor resucitado, 
que sigue alentando su Espíritu sobre nosotros.







  

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